Por más positivo que se quiera ser y creer que el acuerdo entre el Municipio y los transportistas es bueno para los quiteños, la realidad manda al traste esa intención. A menos de 24 horas del anunció del convenio, los correteos, cruces, irrespetos a las paradas, a las intersecciones y a los semáforos seguían igual en las avenidas de la ciudad.
El escenario se repitió el fin de semana y ayer, mientras los dirigentes del sector insistían en que el sistema cambiará. Es como si los conductores (choferes, propietarios y dirigentes) ni siquiera se dan por enterados de que este acuerdo implica cambios sustanciales en la forma de conducir los buses y en la organización de sus cooperativas y empresas; pero sobre todo en su actitud y niveles de profesionalismo.
Es como si el mal servicio estuviera en su ADN. Ayer, en EcuadoRadio, el dirigente Jorge Yánez dijo que el 90% de los conductores no tiene “vocación” para esta actividad.
Es decir, que para cambiar el comportamiento de los choferes queda mucho camino por andar.
O, tal vez, dirigentes y dirigidos están seguros de que las cosas no deben cambiar: siempre han estado acostumbrados a ganar, así digan que no, que en más de una década no se han incrementado las tarifas, esto es una verdad a medias ya que han recibido subsidios estatales y los usuarios han estado ajenos a tener un sistema de transporte de buena calidad.
Mejorar cada componente del sistema, sus estándares de calidad y controlar que eso ocurra no ha estado en ninguna negociación ni con este ni con los anteriores gobiernos.
Ahora, se anuncia que será diferente.
Lo dijo el alcalde Mauricio Rodas. Pero, así como pinta el panorama, cambiar el sistema de transporte del Distrito Metropolitano va más allá de decir que se tiene un acuerdo por escrito para garantizar la transparencia en cada acción y decisión .
Para muestra un botón: los choferes hablan de que recibirán un retroactivo, punto que no está en ninguna parte del documento. Por algo lo dirán.