La plaza Urbina es el sitio donde se concentran los lunes los indígenas para hacer negocios y comprar productos de la feria. Fotos: Raúl Díaz para EL COMERCIO
Cientos de personas ataviadas con ponchos rojos y negros, sombreros, pantalones, anacos, sombreros, faldas y chalinas se mueven presurosos en la avenida 12 de Noviembre, en el centro de Ambato.
Sucede cada lunes en la feria semanal de productos, donde la mayor cantidad de comerciantes son los indígenas de la provincia de Tungurahua.
Esa intensa actividad económica se extiende a otras calles, como Juan Benigno Vela, Olmedo, Quito, Solano y los alrededores de la Plaza Urbina. Esta zona es el lugar de concentración de los indígenas de Quisapincha, Pasa, Pilahuín, Salasaka, Chibuleo y Tomabela, para participar en la venta y la compra de productos.
Llegan en camionetas, con las canastas y costales llenos con papas, moras, cebolla, maíz, trigo, quinua, ajo… para comercializarlos.
Entre ellos, sus amigos y familiares se comunican en kichwa. Con el resto de feriantes o compradores prefieren no dialogar, a menos que se trate de un asunto de negocios. Así lo hace Sisa, quien solamente se limita a ofrecer las últimas fundas de quinua, que comercializa en USD 1.
Ella, quien omite su apellido, llegó a las 06:30 a la Plaza Urbina. Habla poco el español. Dice entre frases que a esa actividad se dedica 20 años. Con el dinero que obtiene solventa los gastos de la familia. Viste un poncho rojo con rayas en los lados, camisa y pantalón blanco y un sombrero de paño, que identifica a los chibuleos. “Hay más respeto de los mestizos, pero tenemos desconfianza”.
Su estadía en Ambato es aprovechada para efectuar trámites en las dependencias públicas o municipales, comprar en las ferreterías, tiendas de abasto o hacer transacciones económicas en más de 20 cooperativas de ahorro y crédito indígena, que funcionan en ese sector de la ciudad.
A poca distancia, Jorge Chimborazo y su amigo Julio Lalaleo conversan amenamente. El hombre de 50 años llegó a las 07:00 de la comunidad Llangahua Central, de la parroquia Pasa, a una hora y media de Ambato. Alquiló una camioneta para transportar cinco quintales de papa que los vendió en el Mercado Mayorista.
De los USD 100 que obtuvo, 50 los invirtió en la compra de 10 libras de arroz, 5 de azúcar, medio quintal de fideo, aceite, jabón, pan y gaseosas. “En la casa tenemos leche, legumbres y hortalizas para comer, este es el complemento de nuestra alimentación diaria”.
Según un estudio realizado por el Movimiento Indígena de Tungurahua, al menos 20 000 campesinos e indígenas llegan cada semana de los nueve cantones de la provincia a participar de la feria de Ambato, considerada como una de las más importantes de la Sierra centro.
Para el antropólogo e historiador ambateño Pedro Reino, la población indígena es parte del desarrollo económico de la ciudad. Este proceso se inició desde la colonia y se consolidó en el transcurso de los años. Ellos son los principales proveedores de productos agrícolas y artesanales.
Eso hizo que se ganaran -de a poco- el respeto de los mestizos, más aún con el surgimiento de las cooperativas de ahorro y crédito que están bajo su administración. “Ese intercambio comercial permite que los indígenas mantengan el kichwa y su vestimenta, pese a que las relaciones de comercio se hacen en español”, dice.