Balas perdidas, un drama del que no escapan ni los niños en Río de Janeiro

Una de las favelas en Río de Janerio. Foto: Archivo / AFP

Una de las favelas en Río de Janerio. Foto: Archivo / AFP

Una de las favelas en Río de Janerio. Foto: Archivo / AFP

Las balas perdidas, un drama que se ha agravado este año en Río de Janeiro, no perdonan ni a los niños inocentes muertos tiroteados en 2015 en esta ciudad brasileña, que son la mitad de los cuatro fallecidos y doce heridos en este mes de enero.

Pese a que teóricamente no tienen dirección, las balas perdidas han castigado especialmente a menores que habitan en barriadas pobres cuyo control se disputan bandas de narcotraficantes.

"Mi hija tenía cuatro añitos llenos de salud y le gustaba a todo el mundo; incluso a los que no les gustan los niños les gustaba Larissa porque estaba llena de luz, y me la han quitado de la forma más brutal", dijo a Efe con voz entrecortada Milene de Carvalho, cuya niña murió hace diez días víctima de una bala perdida en Santa Cruz, una barriada pobre en la zona oeste de Río de Janeiro.

Esta madre, según dijeron a Efe sus amigos, no ha recibido la más mínima atención, ayuda o simple testimonio de solidaridad de nadie de la municipalidad, pese a que los dramas de las balas perdidas son recurrentes en Río de Janeiro.

Aún no se han divulgado datos oficiales de 2014, pero sí se sabe que en 2013 nueve personas murieron y hubo 111 heridos por balas perdidas en esta ciudad. En menos de un mes de 2015 ya van cuatro muertos y otros doce heridos.

Según un informe de Naciones Unidas publicado en junio pasado, Brasil es el segundo país de América Latina, por detrás de Venezuela, en número de afectados por balas perdidas.

Ajena a la frialdad de las estadísticas, Milene de Carvalho aguarda a que la Policía Civil, la encargada del caso, le comunique cualquier avance en la investigación, y dice esperar que la justicia "condene de la forma más dura posible a los que han hecho esto a mi hija, porque, aunque no me vayan a devolver a Larissa, servirá de ejemplo para que no vuelvan a ocurrir más muertes de inocentes".

La tragedia ocurrió la noche del sábado 17 de enero a la salida de un restaurante cercano a la vivienda de su familia al que sus padres la habían llevado a cenar. Nadie sabe quién disparó ni de dónde procedía la bala que impactó en la cabeza de Larissa, que falleció un día después en el hospital.

Desde entonces, al menos otros dos casos más de balas perdidas se han registrado en el vecino barrio de Bangú. Habitantes de esta zona consultados por EFE reconocen que están preocupados e incluso asustados.

Marcia Cruz, que afirma tener miedo de pasear por las calles y hasta de salir de su casa, pide un mayor esfuerzo de los organismos públicos "porque la inseguridad no solo ocurre aquí, sino que prácticamente todos los barrios están igual".

Valeria, que trabaja como profesora, también dice sentirse muy preocupada por la creciente ola de violencia en la zona. Incluso manifiesta su preocupación por el equipo de Efe porque, "con todas estas balas perdidas, estáis corriendo riesgo trabajando aquí".

"Lo que ha ocurrido en Bangú puede suceder también en la calle principal de Copacabana", asegura Roberto.

Para este gerente de una tienda de electrodomésticos ubicada frente al restaurante en que murió Larissa, la violencia aumentaen su vecindario "porque los criminales han venido aquí desde las favelas donde se instalaron las Unidades de Policía Pacificadora (UPP)".

Las UPP son pequeños cuarteles de Policía instalados por la gobernación regional en favelas de las que se ha expulsado a las bandas de narcotraficantes que las controlaban.

Para Ignacio Cano, profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj) y responsable del Laboratorio de Análisis de la Violencia, "es prematuro afirmar que el aumento de casos de balas perdidas responda a un cambio general de la violencia o a una simple acumulación casual de tragedias, porque la ciudad vive siempre a golpe de casos de mucha repercusión".

Cano reconoce, sin embargo, que la situación actual "no es nada favorable, porque se registra un crecimiento del número de homicidios desde 2012, al tiempo que se han incrementado también las muertes por acciones de la Policía, lo que provoca una situación en la que fenómenos como el de las balas perdidas, evidentemente, aumentan".

Según datos recientemente divulgados por el Instituto de Seguridad Pública, en 2014 se registraron en el estado de Río de Janeiro casi 5.000 homicidios, un 4 % más que en 2013, y la Policía mató a 582 personas, un 40 % más.

"Son datos que están lejos de ser aceptables para cualquier sociedad que se considere pacífica", dijo Cano a Efe.

Milene de Carvalho se lamenta de que "lejos, en países en guerra como Afganistán, mueren menos personas que aquí, porque aquí hay una guerra constante, que nunca acaba. Se pone policía en las favelas de los barrios ricos y los criminales vienen todos para acá".

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