En los alrededores de la Universidad Católica, a la salida de clases. Foto. Diego Pallero / EL COMERCIO
La falta de transporte y la inseguridad son los principales problemas que enfrentan los universitarios cuando se dirigen a sus domicilios, en horas de la noche. Es parte del sacrificio de quienes cursan sus carreras en horario nocturno.
Ayer, 3 de febrero del 2015, a las 21:30, un grupo de estudiantes de la Universidad Politécnica Salesiana, en el centro norte de Quito, terminó su jornada de estudios. Cinco jóvenes se preparaban para retornar a sus casas. Estos estudiantes de séptimo semestre de Comunicación deben enfrentar con astucia los riesgos que se presentan en la noche. Gabriela Jiménez recomienda moverse siempre en grupo, el momento de caminar hacia la avenida 6 de Diciembre, para tomar una unidad de la Ecovía.
Los jóvenes saben que el principal problema es la falta de buses. Dayana Martínez vive en la Mena Dos y tiene que esperar a que alguien de su familia la recoja después de clases ya que las dos líneas de transporte que pasan por su casa ya no operan pasadas las 21:00. A Gabriela Jiménez, sus padres no siempre la pueden recoger. A las 22:00 sale el último alimentador hacia Llano Chico, donde ella vive. Algunas veces no ha logrado subirse a la unidad.
Tomar un taxi también es complicado ya que, a esa hora, lo usual es no poner taxímetro. Los estudiantes deben tener muy afinadas sus habilidades de negociación y regateo porque una carrera que en el día sale por USD 1,25, en la noche puede alcanzar los USD 3 dólares.
Estudiantes después de la jornda nocturna de clases en la Universidad Salesiana. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Ramiro Cevallos, estudiante de Medicina de la Universidad Católica, termina sus clases de tango a las 21:00. Él vive cerca de la institución y no consigue taxi con facilidad. “Muchos dicen que solo van al sur y no me quieren llevar”.
Ni hablar de la inseguridad. Los estudiantes aplican reglas de oro para no ser asaltados o, incluso, secuestrados. Entre esos ‘mandamientos’ están: nunca ir solos, no caminar por avenidas como la 12 de Octubre ni abordar taxis que no tengan todas las características de ser legales.
Los chicos no se enfrentan a estos peligros por gusto; son los horarios asignados por sus universidades y porque además, muchos de ellos, trabajan en las mañanas. Es el caso de Leidy Lozano, quien labora en el Instituto Nacional de Eficiencia Energética y luego va a clases en la Salesiana. “Prefiero pasar por estos peligros a quedarme sin estudiar”.
Para los estudiantes de la Universidad Central la seguridad y el trasporte también son los retos cotidianos. Una UPC móvil vigila los alrededores del alma mater entre las 20:00 y las 22:00. Uno de los sectores más peligrosos es la calle Bolivia, en el extremo sur del extenso predio universitario, por donde obligadamente transitan cientos de alumnos que salen de las facultades de Arte, Comunicación, Psicología, entre otras.
Puestos de comida cerca de la Universidad Central. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Julia Cedeño, de Comunicación, pide a la Policía mayor control en la visera ubicada en la avenida América, en los bajos de la Facultad de Jurisprudencia, donde confluye la mayoría de estudiantes y, también, las líneas de buses. Pese a lo transitado del lugar, una noche la asaltaron con un arma blanca.
Estos son los dolores de cabeza de los jóvenes que terminan su jornada estudiantil desde las 21:00 cuando la ciudad se vuelve más hostil.