En la cámara de Gesell, los menores utilizan muñecos sexuados. A través de estos juguetes, los psicólogos advierten rasgos físicos de los sospechosos. Foto: Vicente Costales / El Comercio
Por la habitación pasan niños víctimas de abusos sexuales o menores testigos de asesinatos y otros hechos violentos. Es un cuarto pequeño. Lo denominan ‘cámara de Gesell’. Allí los pequeños relatan -a través de juegos- lo que vieron o escucharon.
La sesión es privada. Solo está el chico y un psicólogo.Ese lugar lo visitó Juan (nombre protegido).
“Mi papá nos compró un jarabe para irnos al cielo”, le dijo a la especialista. El testimonio sirvió como una de las pruebas que la Fiscalía recopiló para enjuiciar a Carlos. Hoy, él cumple una condena de 10 años por intento de parricidio. Envenenó a Juan, de 7 años, y a sus otros dos hijos, de 9 y 5.
Sofía, de 2 años, también pasó por esa habitación. “Papá pega mamá y sale sangre por la boca”, pronunció a los médicos. Ella fue testigo del asesinato de su madre. Ocurrió en el 2011 en el centro de Quito. El sospechoso apuñaló a su mujer y tras las investigaciones lo sentenciaron a 12 años de cárcel y a pagar
USD 20 000 a la familia de la víctima.
En la cámara de Gesell, los peritos utilizan muñecos sexuados, unas figuras de diversas etnias y edades. Con esos juguetes los niños replican los abusos y los psicólogos advierten de esa forma las características físicas de los sospechosos.
Los especialistas trabajan sobre todo con menores víctimas de delitos sexuales. En el país hay 36 cámaras de Gesell. En Quito funcionan 9. Solo en el último trimestre, los peritos, en promedio, entrevistaron a dos chicos cada día por casos relacionados con violaciones, abusos, incesto, entre otros.
Datos del Observatorio Metropolitano de Seguridad Ciudadana de Quito refieren que el mayor porcentaje de víctimas de violencia sexual tienen entre uno y 30 años. Esos hechos son perpetrados sobre todo por parientes y conocidos.
Pero también se dan casos de menores testigos de crímenes.
Ayda Rosero es parte del equipo de la Fiscalía de Pichincha. El año pasado ella trató a una pequeña que presenció el crimen de su madre. De forma breve la víctima dijo el nombre del sospechoso, cómo atacó a su mamá y el arma que utilizó.
Luego de ese rápido relato, la niña entró en crisis. Se puso a llorar y no quiso hablar más.
En Guayaquil, las autoridades que investigan la muerte de Edith Bermeo, conocida como ‘Sharon’, todavía no definen si incluirán dentro del proceso la declaración del hijo de la cantante. El menor -de dos años- vio el accidente.
Héctor Vanegas, abogado de la familia, asegura que la versión del infante sugiere que Giovanny L., la pareja de ‘Sharon’, la habría empujado. “Pedí que el niño sea visto por los psicólogos de la Fiscalía”.
¿Desde qué edad puede testificar un menor? ¿Cuál es el criterio para solicitar la declaración del niño? Ximena Jiménez trabaja desde el 2007 con chicos que sufrieron abusos, violaciones o explotación sexual. Ella señala que no existe un protocolo que determine desde cuándo un infante puede declarar. De ahí que la valoración del psicólogo es clave.
Los niños -explica- pueden ser competentes legales a partir de los cuatro años, según los estudios de psicología jurídica.
Para decidir si se acepta o no la declaración de un menor, los especialistas analizan sus características cognitivas. Es decir, valoran especialmente el manejo del lenguaje, la memoria, la atención y la orientación de tiempo y espacio.
Esto, porque hay pequeños que pese a tener más de cuatro años todavía no tienen un lenguaje estructurado, fundamental para conocer detalles relacionados con los hechos.
Otra situación que se toma en cuenta en las evaluaciones es una posible manipulación del testimonio. “Analizamos si hay personas que presionan al niño para que digan algo. Investigamos si el relato no está basado en un determinado interés”, comenta Jiménez.
Las secuelas de los menores
Del otro lado de la cámara de Gesell siempre hay un familiar del menor, el fiscal, el juez y el abogado del sospechoso. Toda la conversación entre la víctima y el especialista queda grabada y filmada en un disco duro. La ley prevé una sola entrevista para evitar la revictimización.
Aunque el testimonio del niño no es un prueba definitiva, sí se la considera un elemento para imputar a una persona.
En el juicio contra Carlos, por ejemplo, el fiscal recordó la frase de Juan: “mi papá nos compró un jarabe para irnos al cielo”.
En las investigaciones, las autoridades comprobaron que el sospechoso quiso “vengarse” de su esposa, luego de que los abandonara. Expedientes judiciales a los que accedió este Diario revelan que Carlos compró veneno para ratas y lo mezcló con la bebida que dio a sus tres hijos. Hasta el año pasado, agentes policiales no conocían el paradero de la mujer.
Esos hechos provocaron graves trastornos en los menores, según los psicólogos que los valoraron. “El niño (Juan) se siente culpable por la ausencia de su madre. Considera que es responsable y hay un nivel muy alto de ansiedad. Tiene pánico a perder la vida y presenta sentimientos de culpa por haber incumplido las órdenes del padre”, se detalla en el informe.
En las evaluaciones que los especialistas hicieron en la cámara de Gesell a la hermana de Juan, de 5 años, se detectó que hubo maltrato familiar. La pequeña tomaba una muñeca y golpeaba a otra. Eso revela maltrato dentro del hogar, advierten los especialistas.
A Carlos también le obligaron a pagar USD 20 000 a sus tres hijos por el daño emocional.
Rosero indica que tras hechos violentos los infantes se vuelven irritables, tienen pesadillas, insomnio o mojan la cama.
Los especialistas saben que la mayoría de casos ocurren en un contexto de violencia dentro del hogar. De hecho, en el caso de Carlos, la Fiscalía señaló que su mujer la abandonó “cansada de los malos tratos”. Los abuelos de Sofía también denunciaron que su yerno era celoso y la golpeaba.
Los investigadores revelan que no es frecuente que los sospechosos atenten contra la vida de sus hijos, aunque sí ocurre.
Un agente recuerda el cuádruple crimen registrado en abril pasado, en Quito. Los uniformados encontraron a dos pequeñas de 7 y 5 años tendidas en la cama con cortes profundos en sus cuellos. La madre y una amiga tenían las mismas heridas. María E., abuela de las dos niñas, recuerda la llamada del sospechoso.
“Ahorita maté a tu hija y a tus dos nietas. Te quedaste sin ellas”, le habría dicho tras perpetrar los crímenes.