Una casa se convierte en un hogar cuando el color de las paredes, la disposición de los muebles y el color de las plantas que adornan patios y corredores cuentan en silencio quiénes han sido sus dueños. En el caso del Mariscal Antonio José de Sucre y de su esposa, Mariana Carcelén (Marquesa de Solanda), ese relato se ha conservado casi inalterable desde que la pareja llegó a ocupar la casa esquinera de las actuales calles Venezuela y Sucre, en 1828.
Tras una sobria y blanca fachada, levantada sobre un zócalo de piedra que se descontinúa en dos macizos pilares rematados en un arco de medio punto, que dan forma a la entrada principal, actualmente funciona el Museo Casa de Sucre. En las dos plantas y 14 salas se conserva una amplia colección de objetos personales de la familia Sucre-Carcelén y otros artículos de la época, los cuales son parte de donaciones que han enriquecido la muestra.
El coronel (r) Miguel Luna, administrador del museo, explica que las instrucciones para el arreglo y la decoración de la casa salieron del puño y letra del propio Mariscal de Ayacucho.
24 000 pesos costó la casa de estilo andaluz, que el general Vicente Aguirre, amigo de Sucre, escogió como residencia para la flamante pareja. “Hay cartas en las cuales el Mariscal Sucre le explica a Aguirre cómo quiere que queden las habitaciones, el patio, etc.”, comenta Luna. Frente a los corredores, alrededor del patio central, por ejemplo, dispuso que se coloquen macetas con flores y plantas que mandó a cultivar en los conventos de la ciudad. Las alchacas, claveles, buganvillas, pensamientos y geranios aún ocupan la mayoría de floreros y jardines de la edificación.
En 1970, la Junta de Defensa Nacional compra la casa, en tres millones de sucres. Entre 1972 y 1976, el arquitecto Andrés Peñaherrera Matheus dirigió la restauración. El diseño se basó en el análisis del epistolario entre Sucre y Aguirre. En el proceso se decidió dejar varios detalles de la casa al descubierto que ahora permiten apreciar las técnicas y los materiales originales de construcción, como la piedra, el bahareque, el ladrillo pastelero, entre otros.
A inicios del siglo XX, en el lado norte de la planta baja funcionaron una dulcería, una librería, una sastrería y una peluquería. El 24 de mayo de 1978, finalmente se inauguró el museo.
“Por un tiempo, la casa estuvo pintada de azul, y se la conoció con ese nombre. Pero en la restauración se supo que el Mariscal había ordenado que la pintaran de blanco y se recuperó ese color”.
En la Sala de los Próceres, Carlos Montúfar, Simón Bolívar y otros personajes históricos, quienes fueron pintados bajo la técnica de la fijación, siguen con la mirada a los 2 000 visitantes que recorren el lugar cada mes.
Cruzando el patio de piedra, en un sable con las iniciales AJS, se lee: “No me saques sin razón, no me envaines sin honor”. Esa habitación era utilizada como dormitorio para la servidumbre.
Por una escalinata de piedra, los empleados de la casa subían un escalón siempre detrás de los patrones. En la sala de visitas aparece una escena de la Batalla de Pichincha y los retratos de Bolívar y Sucre. Aquí, la pareja recibía a sus familiares y amigos cercanos.
Una pared de bahareque separa esta habitación del salón principal, en la cual se celebró la recepción de la boda Sucre-Carcelén. Pero fue el general Aguirre quien recibió un poder especial para ocupar el lugar frente al altar, en representación del Mariscal.
Tres conjuntos de alfombras y tapices de los bajos sillones tallados en finas maderas, dan nombre a los salones rojo, verde y amarillo, que se distribuyen en este sector de la casona. Junto a este, tres reclinatorios frente a la imagen de San Antonio de Padua recrean el oratorio de la casa.
“Mariana es, después de todo, quiteña y yo quiero una quiteña para mi compañera de vida”, se lee en la pared de la alcoba matrimonial. Y es que Sucre no fue el único extranjero que se dejó conquistar por los apasionados ojos de una quiteña. Las iniciales AJS se repiten al pie de la cama, hecha en madera de capulí.
Junto al comedor, sencillamente decorado, está el repostero y la cocina. Allí, los alimentos se cocían al calor de la leña. Por una estrecha escalera de piedra se desciende al patio posterior donde se recreó la caballeriza. A través de un frío corredor se retorna al colorido patio central. Así es la Casa Museo de Sucre.
Las colecciones del museo
La Sala de los Próceres. Se exhiben los retratos de los próceres de la independencia, así como estandartes y uniformes militares.
El patio principal. Está decorado con una pileta de piedra y un jardín con flores y plantas que eran del gusto del Mariscal.
La alcoba. Se encuentra una cama hecha en madera de capulí, junto a un baúl de madera y cuero y otros objetos personales.