El último bus que hace el recorrido a esa hora es un alimentador del metro. Pasa a las 22:25. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Las puertas de metal se abren y más de 400 alumnos salen entre empujones hacia la av. De la Prensa, que luce casi vacía. Son las 22:25 del jueves y el frente del Colegio Andrés Bello se llena de jóvenes de entre 16 y 29 años, que no tienen uniforme pero estudian en el horario nocturno del plantel, en el sector de El Condado. Hay una preocupación en común: ¿Cómo llegar a casa?
En Quito hay 34 establecimientos educativos nocturnos, según el Ministerio de Educación. La mayor parte de estos alumnos son mayores de edad que no lograron terminar su carrera. Trabajan, y a las 18:30, a pesar del cansancio de una jornada laboral, ocupan las aulas hasta las 22:30. Algunos admiten que bostezan en clases, que no ven a sus hijos, que corren peligro debido a la inseguridad al salir del colegio.
Los alumnos del Andrés Bello tienen seis opciones para movilizarse. La primera: el bus.
Unos 50 estudiantes corren hacia la calle Pablo Picasso para abordar uno de los alimentadores del metro que se dirige hacia el norte. Es la última unidad de la noche que hace ese recorrido, pero no todos los jóvenes avanzan a abordar porque el bus pasa repleto.
Dos minutos después, el último alimentador que va al sur, a la estación La Ofelia, se detiene. Suben unos 50 chicos. Wilmer Solarte, conductor, cuenta que es el último en cubrir la ruta. A esa hora ya no hay articulados El único sistema integrado que funciona las 24 horas es el Trole, pero para abordarlo se debe llegar a La Y.
Entre los colegios nocturnos más representativos están el Abdón Calderón, San Carlos, Mejía, Don Bosco y Cardenal Carlos María de la Torre. Además, varios están en la zona rural, como el Colegio Mitad del Mundo, Pomasqui, Eduardo Salazar (Pifo), Leonardo Maldonado (Puembo) y Camilo Gallegos (El Quinche).
Frente al Andrés Bello hay cuatro buses escolares. Esa es la segunda opción. Santiago Caiza cuenta que desde que su sobrina estudia en ese plantel, él aprovecha y lleva a cerca de 10 chicos que viven en Pisullí y La Roldós. Cobra USD 0,50 y los deja en sus casas.
Quienes no avanzaron a subir al bus o a la buseta, pueden trepar al balde de la camioneta de Daniel Chango. Es la tercera alternativa de los chicos.
El estudiante de 18 años vive en San Carlos, pero todos los días se recorre parte del norte de la ciudad. Lleva a sus compañeros a sus casas y les cobra USD 0,25. Entre bromas, los jóvenes se acomodan en la parte trasera del vehículo.
A Johan Estrada le estorba la muleta y hace esfuerzo para sostenerse de los fierros. Pide que extiendan el horario del servicio. No puede tomar taxi porque a esa hora no respetan las tarifas y no tiene para pagar el USD 1,50 que le cobran. No le queda más que arriesgarse en el balde, pues debido a su discapacidad, no puede caminar.
Esa es precisamente la cuarta alternativa de los chicos. Con las manos en los bolsillos y a paso apresurado, Cristian Miranda, de 21 años, empieza su caminata hacia Cotocollao.
Debe recorrer cuesta arriba ocho cuadras, pero el mayor problema no es el cansancio sino el peligro. La zona más peligrosa es la 25 de Mayo, por eso debe ir acompañado, sin embargo, ya lo han asaltado.
La noche es la hora en la que más robos ocurren en el Distrito. Según el Observatorio de Seguridad, en el primer semestre de este año, 3 336 personas han sido víctimas de robos. El 61,37% ocurrieron en la calle.
Las cifras revelan que la zona de Quito donde más robos se dan, es en el norte. Casi cinco veces más que en otras zonas.
Para Guillermo Abad, presidente de Justicia Vial, la autoridad debería verificar los sectores donde hay colegios nocturnos, ofrecer el servicio, aumentar frecuencias o rutas si es necesario y sancionar a quienes no las cumplan. La ciudad tiene derecho a un servicio completo, asegura.
Frente a la desesperación de no tener cómo llegar a casa, algunos jóvenes, los más arrebatados, optan por ‘halar dedo’. Esa es su quinta opción.
No siempre funciona, pero a veces tienen suerte y alguna camioneta se detiene. Belén Loor, en medio del tumulto, está asustada. La joven tiene 21 años, vive en Pisulí y no sabe cómo llegar a casa, pero dos compañeras la halan del saco con una amenaza. “Vamos o te quedas”, le dicen, y van a probar suerte con el dedo pulgar.
Son pocas las personas que utilizan una sexta alternativa: ser recogidas del colegio por algún familiar en auto particular. A las 10:45, Deysy Barahona, de 22 años, queda completamente sola en la calle. Ella es nueva en la nocturna y su esposo la va a ver todos los días para llevarla a su casa, en Marianas, sector Calderón.
En bus le sería imposible llegar a su hogar.
No olvide
Nunca salga solo. Busque siempre a otros compañeros para salir en grupos de más de 3 personas.
No acepte aventones de extraños. Si un auto se detiene junto a usted cambie inmediatamente de rumbo.
Si va a tomar un taxi, verifique que sea legal, que sea amarillo y que tenga el sello del Municipio.
Si ve una persona sospechosa llame a la Policía y dé la dirección exacta y las características.