La Silla Vacía

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La asertividad en la política, ¿una utopía?

La asertividad es una habilidad comunicativa que se aprende. Básicamente es una actitud positiva frente a la vida. Se reconoce como una estrategia de convivencia que permite el trato justo entre las personas, sobre la base de la justicia y el respeto de sí mismos. En las siguientes líneas un ensayo sobre la asertividad en la política.

Hay gobiernos asertivos y no asertivos. Los gobiernos asertivos son aquellos que piensan y actúan en forma proactiva, antes que reactiva; generan una energía positiva; convocan a la población (no solo en tiempos de elecciones) para trabajar y lideran la construcción de procesos de cambio responsables; son los que cumplen lo que prometen y asumen sus responsabilidades. En cambio, los gobiernos no asertivos son perdedores: culpan a los gobiernos anteriores de los problemas que afrontan; se sienten víctimas ante las dificultades; promueven anticuerpos y siempre se ubican a la defensiva. Los gobiernos no asertivos no saben comunicar a la población y a veces delatan su debilidad, a través de mensajes que disfrazan autoritarismos.

Arte y ciencia

La asertividad en la política es un arte y una ciencia. Arte, en tanto los líderes saben manejar los conflictos con habilidades y estrategias comunicacionales, y “juegan” a ganar-ganar antes que a “ganar-perder” o a “perder-perder”. Y ciencia, como una disciplina o un conjunto de disciplinas que  explican los comportamientos de las personas y sus líderes, sobre todo en el ámbito comunicacional tanto verbal como no verbal.
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La asertividad de los gobernantes tiene, además, una base ética y estética. Detrás hay -debe haber- una teoría o un conjunto de teorías; objetos de estudio, ideologías, metodologías, sistemas de gobierno y leyes. La Ciencia Política ayuda a los gobernantes a entender las causas y los efectos de los fenómenos humanos, sociales, económicos y políticos. Los modelos de asertividad, obviamente, se aprenden no exclusivamente en los espacios académicos, como algunos creen, sino en los escenarios naturales: la familia, la escuela, la comunidad y sus diferentes relaciones e interacciones.

Aproximación conceptual

Existen numerosas definiciones de asertividad. La palabra asertividad viene del latín “assertum” (aserción) y no de acierto. Significa afirmación. Desde el punto práctico la aserción equivale a comunicar algo afirmativa o positivamente.

Generalmente los docentes y los padres de familia educamos por el “no”; fomentamos la cultura del “no”, por obra de una cultura represiva, restrictiva, controladora y negativa. La educación por el temor y el miedo, y por extensión el gobierno de un país, por lo visto, no siempre son asertivos.

Se entiende por asertividad la habilidad para transmitir y recibir mensajes, creencias y opiniones propias y ajenas de una manera honesta, oportuna, respetuosa, y lograr como meta una comunicación que nos permita obtener cuanto queremos sin lastimar a las demás personas o grupos.

Tres pilares de la asertividad

La asertividad se asienta en tres pilares: la firmeza para pedir, exigir, controlar, para asumir la autoridad y lograr el éxito; la sensibilidad para ponerse en el lugar del otro (empatía), para comprenderlo, respetarlo y no lesionar su autoestima; y el razonamiento para ponderar, evaluar, decidir y persuadir. El fundamento de estos tres pilares es la confianza.

El tema de la asertividad ha sido materia de investigaciones y se han escrito numerosos artículos y libros. Gran parte de la literatura existente focaliza la asertividad con modos culturales propios, la autoestima, el desempeño laboral, las relaciones interpersonales y el desarrollo organizacional, entre otros.

Hacia un país asertivo

Según esos estudios el nivel de asertividad que poseemos es la consecuencia de las experiencias vividas, a través de las etapas de nuestra existencia. La asertividad es una conducta aprendida. Por eso, la asertividad puede mejorar la calidad de sus relaciones interpersonales e intergrupales en cada núcleo familiar, en el ámbito social y laboral e inclusive en el ámbito político. Así, un país asertivo se siente bien consigo mismo y genera, a través de sus líderes, una energía positiva que convierte los sueños y utopías en realidades compartidas.

La política asertiva nos introduce en un escenario inédito donde prevalecen las actitudes democráticas, abiertas y dialógicas frente a los conflictos, para que todos podamos crecer y creer en un destino común. Para ello –dicen los expertos- es importante aprender a comunicarse asertivamente y defender los derechos del buen gobierno cumpliendo, en primer lugar, sus deberes, pero sin ofender ni ser ofendidos. Como resultado de este estilo asertivo de comunicación, se obtiene una mayor relajación en las relaciones políticas, sociales y económicas.

La pasividad o indiferencia, el negativismo y la agresividad se oponen a la asertividad, y atentan a una política de concertación y gobernabilidad. Practicar un estilo asertivo de comunicación presupone entonces el desarrollo adecuado de las capacidades para expresar ideas, sentimientos o necesidades de una manera positiva, sin crear sentimientos de culpa en nosotros o los demás, sobre la base del principal valor: la confianza. Esta es la clave del liderazgo asertivo.

La confianza como estrategia asertiva

La verdadera democracia descansa sobre la confianza. La asertividad política –entendida como habilidad para interpretar las necesidades de la gente y expresarlas en acciones- es una estrategia psicosocial, que tiene en la confianza un patrimonio invalorable. Uno de los aspectos más apasionantes de la modernidad es la información, resignificada por una teoría –la más famosa y clásica creada por Shannon y Weaver en 1948- y por las prácticas sociales, hoy “sacudidas” por las nuevas tecnologías que han transformado la sociabilidad humana y alterado el doble tráfico de las mercancías y las noticias. La información, lamentablemente, ha sido en muchas ocasiones manipulada en aras de intereses legítimos o no. Y la verdad ha perdido asidero, a costa de una credibilidad postiza. El resultado ha sido evidente: la desconfianza.

Lo público y el público

Los efectos de esta revolución silenciosa en la sociedad descentrada como la actual –en la que ni el Estado ni la Iglesia pueden ya vertebrarla-, no han sido valorados suficientemente, porque la mediatización de los discursos y las imágenes generadas por el entorno tecnológico, son de carácter polisémico que identifican claramente lo público con lo escenificado en los medios y el público con las audiencias, según Jesús Martín-Barbero.

De ahí la importancia de insistir en la construcción visual de lo social. Se trata de reconfigurar la visibilidad, no exclusivamente desde la égida del poder sino desde los agentes comunicativos que no buscan representación, sino hacerse visibles socialmente, mediante el reconocimiento en sus diferencias. Tal es el caso de los movimientos sociales como son las minorías étnicas, las personas diferentes, las mujeres y los jóvenes.

La visibilidad social de la política cataliza entonces el discurso de las élites, que se expresa a través de imágenes y narrativas, muchas de ellas vacías de utopías, pero llenas de autoritarismos, defensora de nichos políticos y transmisora de contenidos incompatibles con las nuevas realidades emergentes. La confianza es entonces la estrategia asertiva por excelencia, que se ejerce mediante un conjunto de acciones y mensajes que generan puentes de diálogo, de convergencia y no de divergencia, negatividad, pasividad o agresividad.

¿Una utopía?