Los informes del Cordicom –Consejo de Regulación y Desarrollo de la Información y Comunicación- han incorporado la Semiótica y la Lingüística en la mayoría de sus informes técnicos. Estas ciencias –relativamente nuevas- abrieron nuevos cauces al conocimiento del análisis de los mensajes, y el ejercicio del poder.
‘Semiótica’ proviene del griego ‘seme’ –semeiotikos- que se traduce como intérprete de signos. En el sentido etimológico, la Semiótica es la disciplina –hoy reconocida como ciencia- cuyo objeto de estudio es el signo también reconocido por algunos autores como símbolo, que constituye el ‘corazón’ del lenguaje y por consiguiente de la cultura.
Saussure, Pierce, Barthes y otros
En la antigüedad se identificaron los ‘signos naturales’, provenientes de la naturaleza, y los ‘signos convencionales’ creados por los seres humanos para comunicarnos. Fue el francés Ferdinand de Saussure (1857-1913), quien publicó el ‘Sistema primitivo de las vocales en las lenguas indoeuropeas, interesado como estaba en el estudio de las lenguas históricas. A Saussure se debe el famoso curso de Lingüística General, cuyo contenido giró sobre la naturaleza del signo lingüístico, entidad con dos caras: el signo y el significante.
En tanto, el filósofo estadounidense Charles Sanders Peirce (1839-1914) proclamó que el signo estaba representado por tres elementos: el signo propiamente dicho, el objeto y el interpretante, que dio origen a su famoso ‘triángulo de Pierce’. Pierce, Saussure y Barthes –otro científico notable recordado como el padre del estructuralismo, asociado a Claude Lévi-Strauss– fueron puntos de referencia para la Semiótica de los siglos XX y XXI. No se puede dejar de mencionar a Roman Jakobson, Umberto Eco, Lacan, Habermas, Adorno, Foucault y Derrida, entre otros.
La teoría crítica
Nació la teoría crítica –movimiento conocido como la Escuela de Franckort-, en rechazo a la ‘teoría tradicional’ instalada en la pura contemplación separada de la praxis, desinteresada y derivada a partir de los principios generales. La idea central fue buscar una nueva realidad más racional y humana. La teoría crítica expresa que los ‘hombres y mujeres somos en esencia libres y que habitamos un mundo repleto de contradicciones y asimetrías de poder y privilegios’.
La teoría crítica aprueba los enunciados que reconocen los problemas de la sociedad como algo más que simples hechos aislados de los individuos o deficiencias de la estructura social. Individuo y sociedad están inextricablemente entretejidos; en consecuencia, la teoría crítica intenta trazar interacciones desde el contexto a la parte, desde el sistema interno al hecho, lo cual revela un pensamiento definitivamente dialéctico, en la medida que reconoce a la educación como un espacio de reproducción de saberes dominantes, ante lo cual sería posible, lejos de los determinismos y ultrismos, la construcción social de los conocimientos u optar por la estrategia del ‘conocimiento emancipatorio’, que es la propuesta central de Jürgen Habermas.
La educación en el foco
Somos lo que pensamos, somos lo que sentimos, somos lo que hacemos. Esta premisa explica nuestros comportamientos y relaciones. Y el hilo conductor es el lenguaje. Este lenguaje es transmitido y reproducido por la familia, la escuela y ahora por los medios de comunicación que configuran espacios donde se forman modelos de pensar, sentir y actuar ‘acomodados’ a la realidad o ‘irreverentes’, ‘anti sistemas’ o ‘divergentes’.
El proceso mencionado es complejo porque el lenguaje tiene un carácter pluridimensional y polisémico, y porque se expresa en prácticas discursivas dotadas de familias de conceptos y signos, que intentan aplicar ‘reglas’ aprendidas (en el hogar y en la escuela) que, en cierto modo, gobiernan nuestros actos y decisiones. Así, el ser humano se convierte en texto
–es el texto más importante- donde se ‘lee’ la realidad de un país, su origen y contexto.
El enfoque polisémico permite entonces identificar no solo las palabras sino las intenciones, aquellos condicionamientos contextuales –culturales, lingüísticos y psicológicos- que establecen la competencia modal generada por el discurso que se traduce en: saber/hacer, poder/hacer, querer/hacer y deber/hacer, y que permite pasar a los sujetos de una forma u otra, del concepto al acto, de un ‘planteamiento’ a realizar ‘algo’ y finalmente ‘realizarse’ en virtud de un conjunto de ‘adquisiciones’.
Existen cuatro enfoques críticos a la educación tradicional: 1. Rousseunianos; 2. Anarquistas y marxistas; 3. Reproduccionistas; y 4. Enfoque comunicativo.
No más ‘cajas negras’
De acuerdo con la pedagogía tradicional, el sujeto enseñado es considerado por el sujeto enseñante como una auténtica ‘caja negra’ que, inscrita en una red ideológica, facilita no solo la adquisición de las competencias semánticas sino la adhesión a los valores ofrecidos e incluso, a la apropiación de esos valores.
La existencia semántica define, a su vez y operativiza la acción de enseñar, conocida como ‘transferencia de conocimientos’, que según Greimas deja ‘perplejo’ al semiótico. ‘¿De qué conocimientos se trata? ¿Qué formas se les debe dar para transmitirlos? ¿Taxonómica (nombres de comarcas, sitios); genética (historia de las ciencias y el arte); generativa (según el modo de producción de objetos)? ¿Qué finalidad se concede a su adquisición? ¿En función de qué se deben seleccionar los conocimientos? ¿Estaría ese ‘baúl’ didáctico destinado a producir un ser humano cultivado?’.
Son muy buenas preguntas que interpelan a los ciudadanos, sin excepción y no solo al poder, gracias a la ciencia de los signos: la Semiótica.