El 9 de noviembre pasado se cumplió 25 años de la caída del Muro de Berlín. Es una ocasión para reflexionar sobre este muro –en buena hora demolido- y otros que se mantienen para escarnio de la humanidad. Un repaso a los pensamientos de Jean-Jacques Rousseau, Thomas Hobbes y Johann Goethe.
Soy coleccionista de piedras del mundo. Una de ellas me llegó como recuerdo de un amigo que llegó al ex Muro de Berlín de visita, y obtuvo no uno sino varios ‘souvenires’ de este famoso monumento. También tengo otras piedras, asimismo históricas, como del Muro de los Lamentos, de Jerusalén, uno de los sitios más sagrados del judaísmo, porque es el vestigio del Templo de Jerusalén, pero esa es otra historia.
Símbolo de la Guerra Fría
Para la República Democrática Alemana (RDA) el muro de Berlín fue considerado ‘Muro de Protección (antifacista)’, mientras en Occidente fue apodado como ‘Muro de la Vergüenza’. Las razones para estas denominaciones son, obviamente, políticas. En la práctica el muro fue una frontera entre las dos Alemanias –Federal y Democrática-, considerado un símbolo de la Guerra Fría que impedía la emigración masiva de personas del Este al Oeste.
Este muro dividió a miles de familias y fue escenario del fallecimiento de 125 personas, según las estadísticas del Centro de Estudios Históricos de Postdam, aunque la Fiscalía de Berlín calcula un saldo de 270 bajas, que incluyen a personas muertas por la detonación de minas.
Algunos significados
Para la gente común y corriente, el Muro de Berlín significa un sitio histórico, en tanto que para los alemanes y europeos –sobre todo para los que sufrieron los rigores de la guerra y la separación- un signo de dolor y muerte.
La denominada ‘franja de la muerte’, formada por un muro de 3.5 y 4 metros altura, un foso, una alambrada, una carretera, torres de vigilancia, patrullas de soldados y perros era una ruleta rusa que representó una etapa de afrenta que hoy se recuerda en un museo de 1.3 kilómetros de extensión –el East Side Gallery– con impresionantes pinturas en el que se expone la llamada ‘Topografía del Terror’.
Más muros
El Muro de Berlín ha sido el más visibilizado, pero hay otros inclusive más graves, que subsisten hasta la actualidad: el muro de la frontera entre Estados Unidos y México, de 600 kilómetros de longitud, que ha cobrado la vida de más de diez mil personas; el muro israelí, cinco veces más largo que el de Berlín, que ha afectado la vida de los palestinos, pese a las decisiones de las Naciones Unidas; el muro del Sahara Occidental –en realidad son ocho muros- de 2700 kilómetros de longitud, que separa la prosperidad de la miseria; y las vallas de Ceuta y Melilla…
Según la historia los muros tendieron y tienden a dividir antes que a unificar; a herir antes que a dulcificar. Las murallas –desde tiempos inmemoriales- fueron vestigios del poder y de su contrapunto: la opresión. La muralla China es la más famosa del mundo que, según los astronautas de las naves Apolo, se la puede admirar desde el espacio.
Las ciudades antiguas nacieron amuralladas, y cada una tenía puertas. En ese contexto la muralla era un arbitrio de defensa, ante las amenazas de adversarios. Luego ese modelo se consolidó en la Edad Media e incluso llegó a América. Se dice que Cartagena de Indias, en Colombia, tiene la muralla más conservada de América, con 11 kilómetros de extensión y más o menos seis entradas. Fue construida a finales del siglo XVI después del ataque del legendario Sir Francis Drake. Se mantienen los cañones que apuntan al mar. La UNESCO la declaró patrimonio cultural de la humanidad.
Otra mirada de los muros
Cuando pienso en los muros vienen a mi mente otras murallas, asimismo complejas y probablemente más trascendentes. En primer lugar saltan a la vista dos libros apasionantes de los tiempos universitarios: ‘El Contrato Social’ y ‘Leviatán’, de Jean-Jacques Rousseau y Thomas Hobbes, respectivamente. En el primero, Rousseau, un polímata por excelencia, planteó que ‘el hombre nace libre pero en todos lados está encadenado’, y en el segundo, Hobbes intenta una justificación del Estado absoluto y una doctrina del derecho moderno, como base de las sociedades y los gobiernos legítimos. ¿El hombre es el lobo del hombre?
Pero hay también otros enfoques. Por ejemplo, la tragedia del doctor Fausto, gracias a la elocuencia de Johann Goethe, considerada una de las grandes obras de la literatura universal. En ella, Goethe plantea el mito de la búsqueda espiritual (la del secreto de la vida), y la confrontación entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad, se hizo evidente.
Por eso, otros muros –sobre todo mentales- impiden que la humanidad conquiste la anhelada libertad y la igualdad. Todavía resuenan los sueños de algunos profetas recientes: los de Martin Luther King y Mandela, y las expresiones no violentas de Mahatma Gandhi y Teresa de Calcuta.
Mi colección querida espera, entonces, la ‘piedra filosofal’…