La cultura es el ser y el modo de ser de los pueblos. Reflexiones sobre algunas prácticas que reflejan la idiosincrasia del Ecuador. La Patria como expresión de una mirada ideológica no exenta de fetichismos.
Imagen del mural en la Fiscalía General en Quito. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
En la sociedad existe una cantidad de expresiones que no constan en leyes o normas, pero que se producen, reproducen y transmiten de generación en generación. Según los sociólogos y antropólogos estos mensajes se generan en las matrices sociales, históricas, económicas, políticas, religiosas y culturales de los pueblos, se refuerzan en el sistema educativo y consolidan en los medios de comunicación, que actúan como mediadores. Se los conoce como parte del denominado currículo oculto, que no están escritos ni verbalizados, pero son reales. En las siguientes líneas algunos apuntes.
Las reinas de belleza
La elección de reinas constituye una reminiscencia de tiempos coloniales en los que predominaban las monarquías, las coronas, las cortes, los nobles y plebeyos. Eran sociedades organizadas en castas –que subsisten en algunos países-. Elegir ‘reinas’, ‘soberanas’, ‘estrellitas’ y sus ‘cortes’ significa emular prácticas ya superadas por la realidad. Para unos es un complejo que se recrea en las fiestas, para dar ‘realce’ y expresar lo que no somos. ¿Por qué no elegir, simplemente, señoritas o niñas?
Los juramentos
En el Ecuador el juramento es patético. Juramos y rejuramos hasta…las últimas consecuencias que nunca llegan, desde el presidente que jura la Constitución, hasta el juramento el Día del Civismo, en los espectáculos deportivos y al graduarse una persona de bachiller o profesional. ¿Qué valor tiene esta jura? es la pregunta. Resulta ridículo, por ejemplo, escuchar la famosa frase: ‘Si cumple (el juramento) que la Patria lo premie; de lo contrario, que ella os demande’. Y así nos llenamos de juramentos vacíos de contenido y sin otro significado que seguir haciendo más de lo mismo.
Los homenajes
Hay homenajes auténticos y cuasi homenajes o auto homenajes. Los primeros se dirigen a los mártires por una acción heroica o por la ejecución de una obra magnífica, de toda una vida; los segundos son fruto de la conveniencia, superficiales y terminan en papelones. Lo mejor o peor, en casos, es que los adherentes queden en una lista difícil de borrar porque las imágenes, los audios quedan para la posteridad. Por eso, si le ofrecen un homenaje piense bien. Y se curará en salud.
Las placas
En ocasiones están unidas a los homenajes. En verdad, no hay homenaje completo sin pergamino, diploma o placa. ¡Hay que ver cómo las personas coleccionan placas en sus consultorios, en sus casas u oficinas! Es un culto al ego –léase mediocridad-, de acuerdo a los entendidos; es decir, una especie de narcisismo a ultranza que califica a ciertos personajes de ‘súper hombres’ o ‘súper mujeres’. No hay término medio. Fíjese bien cuando alguien le enseña sus placas: no tendrá nada de humildad. Frente a esta situación, tome una decisión sensata: regale todas las latas y quédese con una, la que valga la pena, es decir, la que ha sido conseguida con esfuerzo.
Las exaltaciones
Escuchar exaltaciones –generalmente a reinas o funcionarios- es una ocasión para morirse de risa… o de iras. El lenguaje utilizado, casi siempre rebuscado, las perlas de la literatura rococó y los adjetivos más inverosímiles son de tal calibre que más de una dama derrama una lágrima furtiva –de cocodrilo-, mientras los caballeros suspiran o bostezan en busca de un café o un tabaco. ¡Es que este intelectualismo postizo emociona al respetable! No obstante, hay discursos de orden que sí persuaden, pero son escasos. Sugerencia: durante las exaltaciones, por favor, no se exalte. Guarde las composturas hasta el brindis y busque la puerta de salida.
Los murales
En el Ecuador los murales exaltan el civismo, el patriotismo -lo nacional- y, en general, la recuperación de la historia. Son célebres los murales de Osvaldo Guayasamín: en la Asamblea Nacional, que delata la ‘frustración y esperanza’ del Ecuador; en la Universidad Central del Ecuador, en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, y en otros sitios especiales.
En días pasados se inauguró un nuevo mural trabajado por Pavel Égüez, en el edificio de la Fiscalía General del Estado. El ‘Grito de la Memoria’ -traducción de la frase del poder ‘Prohibido olvidar’- se llama este mural que busca ser pedagógico’ según su autor, en entrevista para El Comercio (Domingo, 11 de diciembre). ‘Es un mural para los comunes que tienen que recordar…’
El discurso de un mural –de todos los murales- es ideológico; por lo tanto, no hay, no puede haber neutralidad porque es una mirada estética de la realidad, con sus escenarios, personajes y temporalidades. En ese contexto pueden existir inclusiones y exclusiones, sobrar o faltar personajes. Pero lo que no puede faltar es el discurso estético. ‘El Grito de la Memoria’ está allí: en la pared de la actual Fiscalía General del Estado, antes Embajada de los Estados Unidos de América, en plena avenida Patria, en Quito.
Preguntas: ¿Cuándo superaremos ese victimismo -¿dogma estético de la Patria pisoteada?- que fue recogido por Guayasamín, el artista de las manos sangrantes y rostros sufrientes, que reedita ‘Huasipungo’ de Jorge Icaza, y replica o reproduce Égüez con su prosapia? ¿Este es el Ecuador que debemos exhibir, reafirmar y recordar? Si el mural es pedagógico, ¿cuáles son las enseñanzas que dejan este mural a los niños y jóvenes del siglo XXI? ¿Este mural proscribe a la crítica o alimenta la creación de nuevos imaginarios para el futuro?
Existen, de hecho, varias respuestas. Estoy seguro que con la ayuda de la Semiótica, podríamos descifrar el Ecuador del mural, que avergüenza, tranquiliza, conmueve, exalta y probablemente provoca rechazo, aceptación, complacencia e indiferencia. De todos modos es el momento de repensar lo que somos.
Sería interesante releer ‘Ecuador, señas particulares’, de Jorge Enrique Adoum; ‘Las costumbres de los ecuatorianos’, de Osvaldo Hurtado Larrea’, ‘El pensamiento ecuatoriano’, de Carlos Paladines; ‘Identidad o esquizofrenia’, de Miguel Donoso Pareja; ‘Las selvas y otros demonios’, de Juan Valdano Morejón… Y construir nuevos imaginarios que superen los supuestos dogmas pictóricos que alude la crítica, con el respaldo discursivo de Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, sobre el muralismo mexicano, que dejan en la mente de los espectadores historias llenas de fetiches, estereotipos, dolores, venganzas e infortunios.
¿Hasta qué punto es posible delinear nuevas opciones, nuevas miradas del Ecuador del siglo XXI?