Retrospectiva

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La consulta no te conviene Rafael

A diferencia de lo que sostiene Martín Pallares en el último análisis de su blog, en el sentido de que el presidente Rafael Correa debería estudiar en serio la opción de la consulta popular para impulsar su proyecto de reelección indefinida, yo opino todo lo contrario.

Martín afirma que un proyecto tan delicado como alterar la Constitución, para quedarse en el poder sin fecha de caducidad, necesita de una buena dosis de legitimidad. Y explica que como la “Asamblea de ‘losers’” que nos legisla anda muy desgastada, esta no tendría la capacidad de darle al Presidente semejante garantía política. Por eso es preferible que recurra, como siempre, a la tarima y las urnas. De hecho, en el oficialismo ya se está evaluando el posible escenario, sobre la base de las encuestas de Cedatos y Perfiles de Opinión, donde la gente mayoritariamente pide que las reformas constitucionales pasen por las urnas y no por la vía de la enmienda legislativa.

La lectura de Martín Pallares viene de su aguda suspicacia política, pero yo prefiero refutarla desde los números y la historia. Mi tesis sugiere que el Mandatario no debe embarcarse en una nueva aventura electoral por tres razones.

1.- Las duras experiencias de sus antecesores
En la parte final de este ‘post’ se adjunta una tabla histórica con las nueve consultas populares de carácter nacional (convocadas por los gobiernos de turno) que se realizaron desde 1978.
El cuadro permite argumentar que cuando las consultas populares se realizan en el tramo final de un gobierno, estas tienden a ser usadas por el pueblo como un voto castigo para el mandatario.

Eso sucedió con la consulta del Triunvirato en 1978, la de León Febres Cordero de 1984 y la de Sixto Durán Ballén de 1995.
Un episodio emblemático de la peligrosa apuesta de una consulta en el ocaso político de un gobierno de turno sucedió con Durán Ballén. Este Presidente, con 15 meses de distancia, llamó a dos consultas populares sobre distintos temas. La primera, cuando su gobierno no iba tan mal en las encuestas de popularidad, le significó un triunfo; la segunda, producida luego del caso Dahik, fue un rotundo fracaso.

La única consulta que fue positiva para un presidente al final de su mandato fue la de Alfredo Palacio, en el 2006, pero las circunstancias eran otras. Palacio no jugaba un rol político determinante en el país, además esa papeleta se presentó en la elección donde Rafael Correa barrió a Álvaro Noboa con la promesa de cambiar el país. En ese contexto, la consulta de Palacio, no por lo temas que trataba -salud, educación y fondos petroleros-, sino por el momento de efervescencia política que se vivía, tuvo un carácter irrelevante. ¿Quién se acuerda de ella?

Las otras consultas populares: la primera de Durán Ballén (1994), aquella que legitimó a Fabián Alarcón (1997) y las dos de Rafael Correa (2007 y 2008) se realizaron en los tramos iniciales y de buena popularidad de sus patrocinadores.

Por lo que ya advierten algunas encuestas, el comienzo de la desaceleración de la economía, la proporción de las últimas protestas sociales y, sobre todo, el grave sacudón electoral de Alianza País en las elecciones del 23 de febrero del 2014, donde los candidatos de Correa perdieron en casi todas las capitales ecuatorianas, no es descabellado sugerir que este no es el momento idóneo para una consulta. ¿Nos olvidamos ya de todo lo que hicieron el Gobierno y las funciones del Estado para neutralizar el pedido de consulta de los Yasunidos, en abril pasado?

2.-Las tres consultas de Correa perdieron apoyo progresivo 
Este Gobierno ha realizado tres consultas populares: la del 2007, para convocar a Asamblea Constituyente; la del 2008, para refrendar la Carta Política de Montecristi, y la del 2011, para meter la mano en la Justicia, silenciar a la prensa y suspender las corridas de toros, entre otros temas.

Si se analizan de forma comparativa los resultados en las urnas de estos eventos, es factible sostener que Correa ha tenido cada vez menos apoyo popular. La primera consulta la ganó con el 82%, la segunda con el 64% (18 puntos menos) y la tercera, en votos válidos, promedió el 53% (otros 11 puntos menos). Si estos bajones son parte de una tendencia que se sostiene en el tiempo, una cuarta consulta podría no alcanzar los 51 puntos que se necesitan.

Es cierto que por fuera de estas tres consultas, Correa se ha reelegido dos veces (2009 y 2013) como presidente con triunfos en primera vuelta por encima del 51%, pero es válido señalar que el electorado tiende a ser más crítico en las consultas populares: entre el 2007 y el 2011, las del Régimen perdieron 29 puntos.

3.- El papel de la oposición
Luego de los buenos resultados electorales que las oposiciones obtuvieron el 23 de febrero pasado, se puede advertir que hay un proceso inicial de reorganización política. El propio Presidente bautizó a este sector donde como “la restauración conservadora”, en alusión a Mauricio Rodas, Jaime Nebot, Guillermo Lasso... Si Correa opta por convocar a una consulta popular para tramitar la reelección indefinida, puede crear el caldo de cultivo idóneo para que estas oposiciones despunten políticamente. Una campaña con efectos tan polarizadores como la de una consulta popular puede ser un bumerán para Alianza País.

Cabe recordar que en la consulta del 2011, Correa pronosticaba un triunfo de 5 a 1 en sus 10 preguntas. Pero con el paso de los días, su campaña se puso cuesta arriba. De forma desarticulada, los diferentes sectores de oposición, incluso críticos entre sí (Alberto Acosta, el MPD, los ecologistas, los asambleístas críticos al Régimen, los aficionados taurinos, el colectivo Cauce Democrático de Osvaldo Hurtado, los banqueros…), hicieron una campaña sistemática en contra del Gobierno, al punto que, tomando en cuenta los votos totales, el Sí perdió frente al No, los nulos y los blancos. Claro que la ley electoral del 2009 solo reconoce los votos válidos.

Así el Régimen desestime la capacidad de convocatoria de sectores como Creo y Concertación, por las dificultades operativas que les significaría recolectar, en firmas válidas, el equivalente al 5% del padrón electoral (cerca de 800 000 firmas), debe tomar en cuenta la determinación de sus líderes (Lasso y César Montúfar) por emprender esta cruzada. ¿Correa quiere dejarles el camino fácil al ahorrarles el duro trabajo de recolección de, al menos, 2 millones de rúbricas para poder sortear los filtros del CNE, y con ello darles cancha abierta para la campaña política?

A diferencia de lo que sostiene Martín Pallares, a Rafael no le conviene la consulta.

Las nueve consultas desde 1978