Los ecuatorianos estamos cansados de la inseguridad que, día a día, estamos viviendo, siempre nerviosos, mirando de lado a lado, encerrándonos bajo siete llaves, sin poder desplazarnos de un lugar a otro ni a pie, ni en taxi y menos aún en transporte público.
A propósito, les reseñaré un caso patético: Hace pocos días tuve la necesidad de utilizar un bus de servicio público y, luego, como ya se ha hecho costumbre, se subió un sujeto mal encarado, que trató de conmovernos con sus tristes y consabidas historias, procediendo a entregarnos unas estampas religiosas que, supuestamente, no tenían costo pero a cambio debíamos entregarle una contribución “voluntaria”; luego de lo cual hizo un recorrido por los asientos recolectando tales contribuciones, propinando un golpe (en el hombro) a las personas que le devolvían su estampa.Yo tuve la mala suerte de ubicarme al filo y cuando me retiró la estampa, me arranchó el afiche lastimándome la mano con su afiladas uñas.
Todo esto ocurrió a vista y paciencia del chofer, quien -impávido- miraba la escena e incluso bajó el volumen de la radio para que los atemorizados pasajeros pudiésemos escuchar las amenazas de su “compinche”.
Me pregunto: ¿quién tiene la responsabilidad de velar por nuestra seguridad?… ¿Por qué se permite que personas inescrupulosas aborden estos vehículos, estresando y extorsionando a los pasajeros que, por desgracia, nos vemos obligados a usar estos buses?