La sociedad es un mosaico compuesto por realizaciones y hechos, unos puros y sanos, otros negativos y perjudiciales. La educación hogareña, escolar y colectiva es el timón que orienta la vida de los seres humanos, en uno u otro sentido y desarrolla las manifestaciones y formas de vida que integran la cultura.
La gente culta, educada se esfuerza por vivir en un medio de respeto que no afecte negativamente ni a los intereses, ni a los afanes de los vecinos.
Nuestro medio, hasta hace dos décadas, era un pequeño universo en el que, pese a antagonismos e ideologías diferentes, respiraba un ambiente mayoritariamente seguro, respetuoso y libre, fueron escasos e intermitentes los gobiernos que utilizaron a la política como pretexto para servirse del poder corruptamente, en actos que fueron rechazados por la ciudadanía, que salió a las calles y los expulsó.
Penosamente, en varios países de Centro y Sud América se instauraron gobiernos que inauguraron el socialismo del siglo XXI, enmarcado en una mezcla de la política, con mecanismos de enriquecimiento ilícito y con delincuencia transnacional. Dieron inicio a una época en que los valores éticos y morales se cambiaron con corrupción, prepotencia y abuso. A base de sus estrategias compartidas, muchas fechorías fueron comunes y en algunos casos no estuvo ausente una comunión descarada con el narcotráfico.
El buen nombre de nuestro país fue opacado, porque sus gobernantes eran valiosos miembros de este cónclave que evaluaba y actualizaba periódicamente el cumplimiento de los protocolos grupales, orientados a fortalecer y perennizar sus absolutistas y delincuenciales mandatos. La opinión pública conocía cada día nuevos nombres y nuevos ilícitos de los exfuncionarios, la mayoría sentenciados y prófugos. Además, se evidenciaba como la contaminación delictuosa invadía otros poderes estatales, especialmente judiciales, y daba lugar a la liberación ilegal de estos malhechores.
En uno de esos sucesos, un juez inmoral, otorgó la libertad al exvicepresidente Glas, pese a que tenía dos sentencias en firme y él, ni corto, ni perezoso, se refugió en la embajada de México. Las autoridades ecuatorianas comunicaron, reiteradamente a la embajadora, que la persona que encontró refugio en la embajada era un delincuente sentenciado y que, de acuerdo a convenios internacionales, ninguna residencia diplomática podía alojar a delincuentes, pero nunca hubo respuesta. Por fin, en un acto de provocación, el presidente de México emitió expresiones que deslegitimaron la elección del presidente Noboa. Ante el pedido de retiro de la embajadora, en protesta por la injuria recibida, el presidente mexicano otorgó el asilo al exvicepresidente y preparó su huida. Para evitar la vergüenza y la ofensa a la dignidad del país, el presidente del Ecuador se vio forzado a romper la inviolabilidad de la embajada, para apresar al delincuente Glas.
El Presidente López Obrador y los países del grupo del socialismo del siglo XXI, han hecho causa común y han solicitado severas sanciones para el Ecuador en distintos organismos internacionales: OEA, Naciones Unidas y por último ante la Corte Internacional de Justicia; pero un buen equipo de abogados, a despecho de los integrantes de Alianza País, ha argumentado, con mucha eficiencia, la contra demanda ecuatoriana por la acción violatoria de la Embajada de México, al dar refugio a otro delincuente más, Contemplamos, con mucho pesar, como el actual presidente mexicano ha convertido a su país en refugio de transgresores y que muy cerca estuvo de manchar la dignidad del Ecuador y de México, al permitir la fuga del, varias veces sentenciado, exvicepresidente y de protegerlo con la impunidad.