En la Universidad Pontificia de Salamanca asistí, invitado por el director del Instituto de Pensamiento Iberoamericano, el doctor José Luis Guzón, a tres sesiones de un seminario sobre las raíces hispanas de EE.UU. que fueron reveladoras.
Algo aprendí sobre las diferentes maneras de encarar la colonización de las distintas órdenes religiosas y de las coincidencias y diferencias de forma y fondo entre ellas.
También me enteré del formidable esfuerzo de un puñado de intelectuales españoles para articular una nueva relación con EE.UU. Una empresa difícil dado el ánimo derrotista de los españoles después del “desastre” de 1898, y el papel preponderante de EE.UU. en dicho “desastre”.
Diversidad, diferencias, coincidencias y la relación con EE.UU. son temas claves para entender el presente y el futuro de los “hispanos”. Los españoles hablan con mayor precisión del pasado común que del presente y futuro de un abigarrado tejido de comunidades hispanas que tienen características definitorias diferentes entre sí y algunos rasgos comunes.
La confusión empieza con los términos de identificación de las comunidades de hispanos. A pesar de los esfuerzos del Gobierno estadounidense por clasificarlos, la mayoría de ellos se identifica con el país en el que nacieron o de donde proceden sus familiares. Solo un 24% prefiere la etiqueta étnica. A partir del año 2000, el número de latinos nacidos en EE.UU. ha crecido a mayor velocidad que el número de inmigrantes.
Algo semejante sucede con el español. No es cierto que los 55 millones de hispanos lo hablen y habría que analizar su grado de competencia hablando, leyendo, escribiendo y entendiendo el idioma. Por otro lado, es un hecho innegable que el uso del inglés va en aumento entre las nuevas generaciones.
Sin embargo, la lengua y la religión católica siguen siendo factores unificadores, sobre todo entre los migrantes, aunque mucho menos entre los nacidos en EE.UU. En cuanto al bienestar de los latinos, yo tengo la impresión de que el éxito de Univisión y otras empresas ha creado un fenómeno complejo de comunicación y propaganda que propone una imagen irreal. En las comunidades latinas persiste una brecha socio-económica-educacional-cultural grande en relación con los blancos. Lo mismo sucede con la política. Los cabilderos de agendas políticas particulares han creado una imagen del poder latino que no siempre corresponde con la realidad.
La asimilación plena de los hispanos determina su movilidad socioeconómica ascendente y un abandono de la cultura del lugar de origen. La noción de una relación especial entre los latinos y sus lugares de origen es real en la primera generación y es posible que en la segunda. Para la tercera, solo queda un recuerdo folclórico de la tierra de los antepasados.