El aislamiento causa ansiedad en pacientes con cáncer de tiroides

Alejandra estuvo 16 días aislada en el cuarto de sus padres y decidió alargar 10 días la distancia, como precaución por la radiación del yodo que tomó. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO

Alejandra estuvo 16 días aislada en el cuarto de sus padres y decidió alargar 10 días la distancia, como precaución por la radiación del yodo que tomó. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO

Alejandra estuvo 16 días aislada en el cuarto de sus padres y decidió alargar 10 días la distancia, como precaución por la radiación del yodo que tomó. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO

El colchón y la cama que usó Alejandra durante los 16 días de aislamiento en el cuarto de sus padres, a fines de enero, están ahora en la terraza. Ella prefiere alejar cualquier cosa que pueda guardar algo de la radiación que emanaba de su cuerpo luego de tomar yodo 131.

Ingerir esa sustancia es parte de su tratamiento contra el cáncer de tiroides del que empezó a sospechar cuando descubrió un ganglio muy inflamado en su cuello a fines del 2013.

De acuerdo con el informe Epidemiología del Cáncer en Quito 2006–2010, publicado por el Registro Nacional de Tumores y Solca, esta enfermedad se ubica en el segundo lugar de cánceres femeninos.

En tres décadas, el número de casos se ha triplicado, según el jefe del servicio oncológico de cabeza y cuello del hospital de Solca en Quito, Carlos Torres.

El especialista explica que la incidencia de la enfermedad ha crecido a escala mundial, excepto en África. Se han hecho estudios epidemiológicos para explicar por qué, pero hay limitaciones. Entre las posibles causas está haber recibido dosis bajas de radiación en la niñez. Antes estas se usaban para tratar cierto tipo de cáncer o acné, pero “se observó que esos pacientes desarrollaban cáncer de tiroides. Por eso ya no se da esos tratamientos”.

Para detectar la enfermedad se hace un eco y de acuerdo al resultado se decide si se aplica una punción para analizar lo extraído. Según el análisis, se hará luego una cirugía y luego se administrará yodo radioactivo. Finalmente, se debe consumir de por vida levotiroxina, la hormona que produce la tiroides y que regula el metabolismo y la energía de todos los tejidos y órganos del cuerpo.

Pese al aumento de casos en el país, este es un tipo de cáncer con buen pronóstico, si es detectado a tiempo.

Pero ese argumento no elimina el temor de un paciente al enterarse de su enfermedad. Alejandra intentó ser fuerte para aliviar la preocupación de sus seres queridos. Cambió lágrimas y preguntas por una actitud defensiva y agresiva.

La cirugía para extraer más de 60 nódulos benignos y malignos en su cuello fue hace un año y dejó cicatrices emocionales, además de las físicas.

Para aliviar su ansiedad e insomnio recibió medicación a la que atribuye que sus recuerdos de la primera vez que debió estar aislada por tomar yodo 131 en abril del 2014 sean tan vagos.

La fe, el positivismo, la confianza en sus médicos y el amor de su familia le ayudaron a superar la angustia. Pero en noviembre pasado el miedo volvió. Tras un rastreo de control con gammagrafía, se descubrieron residuos de la enfermedad en el mediastino (centro del tórax). “Llegué a culparme. Pensaba que quizá no puse todo el empeño que debía para que funcionara”.

Luego surgió otro problema. No había citas hasta mayo del 2015. Alejandra afirma que es difícil conseguir en corto tiempo la dosis, porque el tratamiento tiene un alto costo y el yodo no se produce en el país.

Sin embargo logró adelantar la cita, porque otro paciente suspendió la suya. El 13 de enero ingresó al hospital, tomó el yodo y estuvo aislada por cuatro días en una habitación especial con puerta de plomo.

Las enfermeras usaban trajes pesados con el mismo material para protegerse cuando entraban a diario a tomarle la temperatura y la presión arterial a ella y a sus compañeras de cuarto. Debían bañarse dos veces al día y tomar seis litros diarios de agua, para eliminar el yodo.

Ya en casa, se encerró con libros, películas, celular y computadora para entretenerse. A los pocos días, el encierro empezó a desesperarla. Su madre le dejaba la comida en un cartón al pie de la puerta. No podían estar en contacto. Alejandra lavaba sus platos y su ropa en el baño, para ocupar el tiempo en algo distinto, pero igual volvieron el insomnio y la ansiedad.

Elsy Morales, psicóloga de la Fundación Jóvenes contra el Cáncer, explica que el aislamiento genera esa reacción y que es manejable con terapia psicológica. Además, considera que la tecnología sirve para superar estas crisis. Familia y amigos pueden demostrar cercanía a través de llamadas, mensajes o videoconferencias. “Lo importante es la aceptación de los pacientes de que esto es parte del tratamiento y es necesario para salvar su vida”.

En contexto

Según el Registro Nacional de Tumores, la incidencia de cáncer de tiroides en hombres aumentó, pero la relación es de un varón por cada 10 mujeres con la enfermedad. Un informe de Globalcan ubica al país en zona de máxima advertencia, por tasas de incidencia.

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