Elenco de Hamlet, en la foto. Dominic Dromgoole, Rawiri Paratene, Phoebe Fildesy Tommy Lawrence. Foto: Julio Estrella / El Comercio
Si Shakespeare hubiera estado en el Teatro Sucre la noche del jueves 6 de noviembre del 2014, para presenciar la puesta en escena de ‘Hamlet’ seguro se hubiera alegrado. 400 años luego de su publicación la obra volvió a cobrar vida imbuida del espíritu de divertimento, propio del teatro de su época.
Antes de que comenzara la función, a cargo de la compañía británica Globe Theatre, los actores ya estaban en el escenario tocando sus instrumentos, o paseándose entre el público y algunos hasta conversando con los espectadores. Al ambiente de feria, fresco e informal, aportaba también el gran número de público adolescente que abarrotó el Sucre. Las entradas para el espectáculo estuvieron agotadas hace semanas; y se vendieron en cuatro días.
En medio del barullo, un grito proveniente del escenario y el volumen de la música, anunciaba que Hamlet, la tragedia, estaba por comenzar. En adelante, una audiencia entusiasta celebró con aplausos y risas la puesta en escena, durante las dos horas 40 que dura la pieza.
El inglés antiguo (que además no contaba con subtítulos, como acostumbra hacerse con algunas óperas) por el que la compañía británica ha optado para este montaje, al parecer no fue un impedimento para el disfrute de la pieza.
En sus presentaciones (2 y 4 de noviembre) en Bogotá, en cambio, hubo espectadores que reclamaron la devolución de las entradas –según registró diario El Tiempo–, por esta característica del espectáculo. Los directores de la obra tienen una razón para no poner subtítulos, según explicaron un par de horas antes de la presentación de anoche en una entrevista: El público se desconecta de la obra; ya no la siente, porque deja de ver lo que pasa en el escenario por tratar de leer los textos. De todas maneras, cada escena estaba brevemente explicada en el programa de mano, para que quienes no entendieran inglés, igual pudieran seguir la trama. En el Sucre, funcionó.
Un elenco joven y vibrante aporta con lo que el actor Rawiri Paratene define como una característica única del Hamlet del Globe: “Tiene una energía física muy positiva. Por eso incluso en países donde el inglés no es el primer idioma, como aquí (Ecuador), la cualidad física de la obra permite al público conectarse con ella”.
Para algunos, como el actor español Manuel Navarro, que vio la obra en Bogotá, esta versión fue “decepcionante”, según lo cita El Tiempo. En la presentación de Quito, la fotógrafa e intérprete noruega Birte Pedersen, tampoco salió convencida; para ella la obra adoleció de falta de fuerza, particularmente en el actor que interpretó a Hamlet, Ladi Emeruwa.
Quizá la intención divertida con la que Globe Theatre interpreta la obra maestra de Shakespeare desconcierta a quienes están buscando en ella el peso de la tragedia. Es cierto, el Hamlet que se presentó el Quito es ligero, pero no por eso menos interesante. Y como bien puntualiza Paratene: no es más que la historia de una familia disfuncional, de esas que se ven en las telenovelas cada noche.
Tampoco su levedad (insoportable, pensaría Kundera) le quita méritos. En la obra están el poder –y su halo de corrupción– y la venganza rondando todo el tiempo, manifestándose de maneras sutiles en una dramaturgia pensada para mantener viva la atención. Y como cree Phoebe Fildes, miembro del elenco, la rebelión de Hamlet ante su tío, por el crimen horrible que ha cometido, es aquello en lo que se debe seguir centrando la atención. Hay mucho que pensar alrededor del desacato a la autoridad injusta, corrupta, execrable… Su compañero Tom Lawrence, va más allá, en cuanto a lo que la obra plantea a quien la ve: ¿Cómo nos estamos autogobernando como individuos, como familia, como sociedad?
The Globe Theatre tiene previsto estar de gira mundial por dos años y ya lleva seis meses fuera de Inglaterra; Ecuador es el país número 55. En cada uno de los 54 países anteriores la experiencia ha sido distinta: mientras unos niños cubanos advertían –a gritos, según el director de la compañía Dominic Dromgoole y Paratene– a la reina Gertrudis que no bebiera de la copa envenenada, en Bosnia, Sarajevo o Ukrania el aire casi se podía cortar con cuchillo por la tensión reinante entre el público, que veía en la tragedia de Hamlet la suya propia, tan cercana y tan devastadora.