Foto de la construcción de un puente en el recinto Mocache 1 perteneciente a la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas. Foto: / Juan Carlos Pérez / El Comercio.
Ariana Zambrano se alegra al ver el puente que le permite trasladarse desde la Floresta, recinto Las Mercedes, hacia los pueblos más cercanos y Javier Andrade, de 7 años, cruza con emoción un viaducto colgante que lo comunica con su escuela, en San Vicente del Búa.
Estas dos estructuras son parte de las últimas obras impulsadas en Santo Domingo de los Tsáchilas, al noroccidente del Ecuador, por Tony ‘El Suizo’ (Beat Anton Ruttiman) y su inseparable aliado Walter Yánez.
Cada plataforma requirió de aproximadamente dos semanas de trabajos. Fueron construidas en 2013 y 2014.
Los denominados “puenteros” construyeron y mejoraron con materiales reutilizados la estructura de 30 viaductos en las 10 parroquias de Santo Domingo de los Tsáchilas, durante los últimos 12 años. En la actualidad se edifican dos viaductos más.
El trabajo de estos dos constructores dentro de la región se inició a mediados del 2003.
Cuando buscaban comunidades que carezcan de accesos viales, identificaron el recinto Santa Marianita, en la parroquia El Esfuerzo, lugar donde se construyó un puente de 129 metros sobre el río Baba, primero en su tipo en la región.
El 5 de junio de 2004 culminó la obra, de una extensión de 129 metros. El viaducto comunica a la población con los recintos más cercanos y es el paso más seguro a la carretera.
Antes de que existiera esta plataforma, los lugareños tenían que nadar hacia la otra orilla y caminar cuatro kilómetros para llegar hasta la ruta que conduce a los dos cantones de la provincia.
Se estima que en el territorio tsáchila se requiere de alrededor de 167 puentes para cumplir con la demanda de acceso vial.
Alrededor del mundo, la dupla ha levantado 670 puentes, en 13 países. Estas plataformas están al servicio de cerca de 2 millones de personas.
Los pasos con los que contaban los pobladores de La Floresta, en el recinto Las Mercedes, para cruzar uno de los afluentes de la localidad casi siempre eran tambaleantes e inseguros. Ellos transitaban diariamente por un endeble puente cuya superficie “era una especie de remiendo de tablas viejas sobre tablas aún más viejas”, según Ariana Zambrano,
La realidad de esta zona limítrofe de la provincia cambió después de la construcción de un puente de 96 metros sobre el río Mulaute, a mediados de 2013.
“Estos son los tipos de obras que cambian la vida de las personas”, recuerda Zambrano, quien hace un par de años tenía dos opciones cuando necesitaba ir a la comuna más cercana: “o nadaba o caminaba por el antiguo puente arriesgándome a caer por uno de sus huecos”, dice.
El costo del metro lineal de una de estas estructuras oscila los USD 1 500. Este valor es solventado en su totalidad por empresas privadas y públicas que aportan con donaciones monetarias o entregan materiales para construirlos.
Walter Yánez asegura que reciben contribuciones de firmas argentinas, suizas y nacionales. “Por ejemplo, muchos de los cables son de los teleféricos de Suiza”.
Cerca de 20 estructuras levantadas en el territorio contaron con el apoyo del Gobierno Provincial de Santo Domingo de los Tsáchilas. El organismo donó material pétreo, mallas, hierro, entre otros elementos.
El prefecto, Geovanny Benítez, sostiene que los viaductos benefician a “a más de 5 000 personas” de la zona.
A los aportes nacionales e internacionales se une la colaboración de los moradores de todas las zonas favorecidas. En cada sector, los habitantes construyen los puentes bajo la dirección de Yánez. Él asegura que un puente “ se puede construir en un día o dos semanas, dependiendo del tamaño”.
Las manos de los pobladores de estos sectores, que en su mayoría se dedican a la agricultura, se volvieron hábiles en el tema de edificación. Cortan cables, atornillan alambres, ponen mallas, mezclan el cemento y se juntan para “rezar a Dios para que sus pininos arquitectónicos no se desplomen”, asegura Yáñez. Todas estas construcciones culminaron con éxito y ninguna presentó desperfectos.
Cuando el padre de Javier, Ignacio Andrade, ve a su hijo caminar por el puente de 60 metros que él mismo ayudó a levantar sobre el río San Vicente del Búa se siente orgulloso. “Es bonito que gracias a la unión de todos logramos que los niños ya no tengan que pasar penurias para ir a la escuela. Antes se les mojaban los cuadernos cuando cruzaban a pie el río y siempre teníamos el corazón en la boca cuando pasaban por el viejo puente”.
Este acceso vial permite que 200 familias del lugar se trasladen hacia la parroquia La Villegas, en La Concordia, poblado más cercano a la zona. Otro de los beneficios de este acceso vial es la facilidad para transportar la producción de cacao y plátano a bordo de mulas.
Yáñez confiesa que “el conseguir que una vida no se pierda por la falta de un puente” es una motivación para seguir con esta iniciativa que comenzó hace dos décadas, en la Amazonía del Ecuador. Fue de la mano de “un voluntario extranjero al que le apodaban ‘El Suizo’, que llegó con ganas de ayudar a la gente afectada por el terremoto de 1987”.
Desde hace 10 años Tony ‘El Suizo’ dejó el Ecuador y delegó a Yánez la función de continuar con la construcción de más obras.
En la actualidad, Ruttiman edifica viaductos en el sudeste asiático. Él ‘puentero’ volvió a su pasión luego de recuperarse totalmente de un padecimiento que afectaba, desde el 2002, su sistema nervioso periférico y paralizaba varios de sus músculos.
De regreso en La Floresta y San Vicente del Búa, Ariana Zambrano y Javier Andrade vuelven a sonreír al mirar los puentes de sus comunidades. Los pobladores de dichas zonas empiezan a intuir que Yáñez y Ruttiman, aparte de edificar puentes donan sonrisas.