Juan Palaguachi, de la comunidad de Cedaloma (Biblián), se dedica a la crianza y al cuidado de las alpacas. Otros 29 moradores de este poblado laboran en la misma actividad. Foto: Xavier Caivinagua / EL COMERCIO
Los poblados indígenas de los cantones cañarenses de Azogues, El Tambo y Biblián sacan provecho al páramo. Como fuente de empleo y para cuidar el ambiente, 135 familias se dedican a criar alpacas.
Su objetivo principal es obtener su lana para elaborar prendas de vestir, que se comercializan en el sur del Ecuador. Una parte de estas familias vive en Cebadaloma, que es una reverdeciente comunidad del cantón Biblián, ubicada a 2 900 metros de altura. Allí, se accede por un camino estrecho y polvoriento y el viaje dura 35 minutos desde la cabecera cantonal. Por la altura el clima es frío y los vientos helados. En esta época del año el sol casi no aparece.
El indígena cañari, Juan Palaguachi, de 65 años, cuida 110 alpacas que viven dentro de 757 hectáreas de tierras comunales, que pertenecen a la Asociación Esmeraldas Chico-Cebadaloma. Esta agrupación cuenta con 31 socios que pertenecen a dos comunidades y que tienen a su cargo la conservación de 1 100 hectáreas de humedales de la cuenca Tushin-Burgay.
En este proyecto iniciaron hace 12 años con 10 alpacas, pero desde hace dos años obtiene réditos económicos de la lana. La asociación vende la fibra (en bruto o hilada) y esos dineros sirven para el cuidado de los animales, del páramo, la adquisición de telares y obras en el amplio taller, dice su presidente, José Guamán.
María Guamán, de 43 años, aprendió en los talleres que ha recibido dentro de la organización a seleccionar la lana, hilar y tejer chompas, guantes, colchas… con croché o palillos. Hace dos meses adquirió un telar pequeño en USD 180, que lo utiliza para elaborar principalmente las bufandas.
Para ella, este oficio representa un ingreso para su hogar. María Guamán y las 134 socias de las cuatro asociaciones de Azogues, Biblián y El Tambo están contentas porque sus prendas ya tienen un mercado fijo. Se trata del Complejo Arqueológico de Pumapungo, en el centro de la capital azuaya.
Y próximamente estarán en la estación del ferrocarril de El Tambo, en la provincia de Cañar. Antes solo comercializaban a sus vecinos o conocidos y por eso producían poco.
En Cuenca llegan el último sábado y domingo de cada mes. El pasado fin de semana, Edelina Landy y María Guamán vendieron gorros, guantes, ponchos y bufandas. Los precios van desde los USD 10.
“Es una fibra cálida, resistente y suave que compite con ventaja con otro tipo de texturas”, dice Carlos Dután, coordinador de la Asociación Esmeraldas Chico-Cebadaloma.
La apertura del mercado en Cuenca se logró por iniciativa del Programa de Pequeñas Donaciones de Dinamarca y el Programa Nacional de Áreas Protegidas del Ecuador. Su objetivo es incursionar con proyectos de asistencia para fortalecer la conservación y comercialización de los derivados de la alpaca.
Entre junio del 2013 y diciembre próximo tienen previsto invertir cerca de USD 100 000. Según el coordinador de la ONG de Dinamarca, Antonio Huerta, ya superan las 5 000 hectáreas de páramo protegidas, cuatro veces más de la meta propuesta de 1 250. Además, él dice que los socios se han empoderado de los proyectos.
El presidente de Esmeraldas Chico-Cebadaloma, José Guamán, contó que tiene áreas naturales intocables y han hecho reforestación en los linderos con plantas nativas. “La presencia de las alpacas en los páramos no altera los suelos ni afecta al ambiente, por eso acogimos este animal en lugar del ganado vacuno”.
Los socios se reúnen todos los jueves en la casa-taller de la organización construida hace un año con ayuda de la Junta Parroquial de Nueva Jerusalén, el Municipio de Biblián y el Gobierno Provincial de Cañar.
En ese espacio existe una hiladora, una esquiladora, dos urdidoras y tres obilladoras artesanales para la producción.
Allí, los indígenas intercambian experiencias en el hilado tradicional con las manos o con el uso de una pequeña máquina. También, se capacitan sobre las técnicas de los tejidos, los diseños y la creación de nuevas prendas.
También es el espacio para comprar la materia prima (fibra). Las 10 libras en bruto cuestan USD 30. Aunque no ha hecho cuentas detalladamente, María Guamán asegura que sí le queda ganancia.
Según Carlos Dután, el trasquilado de la lana de las alpacas se efectúa de forma artesanal usando tijeras. Por lo general se realiza en octubre e intervienen los mismos socios. También aprovechan para realizar una revisión integral de los animales como desparasitar, igualar los cascos (pezuñas) y revisar los dientes.
La lana es almacenada, de acuerdo con su calidad, en las bodegas de la asociación. Al igual que esta agrupación hay otras tres que buscan fomentar el turismo comunitario. Para esto, la ONG busca crear la Red de Alpaqueros y que sea reconocido por el Ministerio de Turismo como otro destino. José Guamán y sus socios están motivados porque creen que obtendrán más ingresos.
En contexto
Los indígenas de los tres cantones cañarenses iniciaron un proyecto para la conservación de las zonas altas con la incorporación de las alpacas en lugar del ganado vacuno. Desde hace dos años obtienen ingresos de la venta de las prendas confeccionadas con la lana.