‘Aquí hasta encontré una parejita”, susurra tímida Gloria Checa, quien tiene 75 años. Ella encontró una nueva vida en uno de los Centros de la Experiencia del Adulto Mayor (CEAM), que funcionan en Quito.
Luego de estar encerrada, aburrida y enferma salió de casa impulsada por su esposo, hace 16 años. Se inscribió en diferentes cursos y pronto se convirtió en usuaria frecuente y reconocida por los demás.
Sus múltiples enfermedades se fueron. La espalda ya no dolió nunca más y volvió a caminar como una quinceañera. Así describe el cambio la risueña mujer, que quedó viuda hace poco más de un lustro.
En la actualidad es muy popular y “habladora”, dice Checa. En realidad, mientras conversa cada persona que pasa la saluda cálidamente. Le preguntan cosas y la invitan a otros talleres.
Esa casa en la calle Rafael Barahona y García Moreno, en el Centro Histórico de Quito, ahora es la suya. Y hay mucho más en su historia. Tras participar en el grupo de voces y guitarras se volvió a enamorar y hoy tiene un nuevo compañero de vida.
“Uno también necesita compañía cuando los hijos hacen su vida y se van”, explica. Su rostro es radiante, feliz y lleno de entusiasmo. Ya nunca está sola ni desocupada.
Ese es el objetivo de los programas para adultos mayores, según explica Rogelio Echeverría, director del Patronato Municipal San José. Las clases son permanentes y buscan que los abuelitos quiteños se sientan “suficientes” para el mundo moderno.
La tecnología los alcanza
Si la computación y los teléfonos inteligentes avanzan y cambian a gran velocidad, los alumnos de 60 y Piquito también lo hacen. Se capacitan constantemente en el uso básico de los dispositivos tecnológicos para comunicarse con sus familiares y amigos, pero también para emprender.
Antonio Riquelme tiene 71 años y su negocio es la venta de flash memories con música. “Lo mío no es como lo que hacen los DJ. Es solo lo mejor de cada artista”, aclara exponiendo sus productos.
Está sentado frente a una computadora dos días a la semana, desde 2018. Ahora es todo un experto, aunque se sonroja un poco cuando se lo dice su maestro en el salón.
“Sé grabar en USB, SD y micro SD”, dice orgulloso. También muestra en la pantalla algunas animaciones que ha hecho este año.
Lo que lo impulsó a inscribirse fue su fuerte curiosidad y ganas de aprender sobre la ciencia. “Yo no quiero volar a Marte, yo ya pienso en Plutón o más lejos”, enfatiza.
Riquelme es uno de los 28 000 adultos mayores que han recibido alguna capacitación este año. Para ejecutar el proyecto, que funciona de manera permanente, este año se destinaron aproximadamente USD 2 millones, según Echeverría.
En la misma clase está Segundo Jacho, de 82 años. Volvió hace unos años de España y vive junto a su hermano y su familia.
En 2012 compró una computadora portátil y no sabía usarla. Desde principios del año la lleva para aprender su funcionamiento.
Ya sabe encenderla y escribir en Word. Es algo que parece sencillo, pero es un desafío para alguien que antes solo plasmaba sus ideas a través de una máquina de escribir.
Cuidado del cuerpo y del alma
Hacer ejercicios, de cualquier tipo, evita que los abuelitos tengan caídas y por ende lesiones graves. Así explica el geriatra Ramiro Toledo, quien añade la necesidad de mantener la masa muscular.
Además de la alimentación balanceada, es recomendable que las personas de avanzada edad mantengan las articulaciones en movimiento. Eso evitará la osteoporosis, artritis y otros padecimientos óseos.
“Con la edad y la soledad es habitual que (los adultos mayores) se depriman”, añade Toledo. Para eso es útil que permanezcan en actividades grupales y de integración con sus pares, para elevar el ánimo.
Echeverría coincide con ese objetivo. Y agrega la necesidad de que los adultos mayores sean autosuficientes y puedan desenvolverse sin complicaciones en el cambiante mundo. Por eso, a las clases llegan solos.
La idea de ser autosuficientes a veces confunde a los mayores. No quieren ser abandonados, pero sí continuar con su vida.
En las salas de todos los espacios del programa 60 y Piquito, las personas son bienvenidas. Aunque no participen en una determinada actividad pueden quedarse a pasar el día, dormir o contemplar a los grupos.
Así disfruta sus días José Ignacio Rivadeneira, quien está cerca de cumplir los 90 años. No está inscrito en ningún taller, pero pinta de lunes a viernes los dibujos que el personal del CEAM le entrega.
Con colores brillantes y mucha concentración ha logrado acumular un buen fajo de trabajos. Su esposa no se anima a visitar el lugar, pero eso no lo detiene.
Toledo explica que con los años es común que los ancianos pierdan la memoria y desarrollen trastornos como la demencia senil o el alzhéimer, caracterizados por las constantes lagunas mentales y desorientación.
Pintar, hacer crucigramas, sudokus y rompecabezas son actividades recomendadas para ellos. Pueden realizarlas también en el hogar y en compañía de la familia.
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