Estas piezas se exhiben y venden en la tienda El Barranco, en el Paseo Tres de Noviembre y Hermano Miguel. Foto: EL COMERCIO.
El fuego arde a más de 1 500 grados mientras la cuencana Lucila Morocho da forma a un trozo de hierro caliente que golpea con fuerza sobre un viejo yunque. Ella es una de las artesanas del tradicional barrio Las Herrerías de la capital azuaya, en el sur del Ecuador.
Sus creaciones junto a las de cinco artesanos cuencanos forman la muestra ‘Hierro y Fuego’, que se exhibe en el Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares (Cidap) hasta el 3 de abril de 2015.
Candelabros, herraduras, cruces, floreros, aldabas, faroles y otros adornos decorativos y utensilios forman la muestra, con la que se busca revalorizar el trabajo de los artesanos de hierro forjado, expresó Juan Pablo Serrano, director del Cidap.
Morocho empezó a trabajar con el hierro hace 28 años y hoy dirige su propio taller. El trabajo empieza con el boceto que se dibuja en el papel, este pasa a una plancha delgada que luego se imprime en una de hierro al que da forma con golpes y calor.
Todo el trabajo es manual, cuando las piezas están listas los artesanos las pintan con una variedad de técnicas que han compartido entre ellos. En Las Herrerías hay cuatro talleres más y hay otros en Gapal, pero quedan pocos, según Aída Maita, coordinadora de Promoción del Cidap.
Modesto Yunga es considerado un maestro en el arte de la forja. Su trabajo se destaca por una innovación constante. En esta muestra presenta una colección de miniaturas en herramientas agrícolas. Su meta es la excelencia, “para entregar al cliente un producto de calidad”, asegura.
Forjar el hierro pasó de ser una técnica ancestral a un trabajo artístico. Es parte de la evolución a la que están obligados los artesanos para que su actividad se mantenga viva. La muestra ‘Hierro y Fuego’ es un ejemplo de ello, las piezas que se exhiben no son solo utilitarias, hay objetos que son netamente decorativos.
Los artesanos más tradicionales se niegan a combinar su oficio con otras actividades, como la metalmecánica, aunque esta genere más ingresos, dice Guillermina Quezada, quien se dedica por completo a la forja, que aprendió de su padre y su esposo.
La forja es un trabajo familiar, todos los artesanos aprendieron el oficio de sus padres o esposos, en el caso de las mujeres. Luis Maldonado tiene 87 años, él recuerda con nostalgia los inicios de su trabajo, cuando la actividad era más común en la ciudad.
Aunque piensa que ahora la situación es difícil para los artesanos no piensa dejar el oficio que le permitió criar a sus ocho hijos.
Las colecciones de Modesto Yunga, Guillermina Quezada, Humberto Guerra, Lucila Morocho y Luis Maldonado se exhiben y venden en la tienda El Barranco, en el Paseo Tres de Noviembre y Hermano Miguel. La muestra está abierta de lunes a viernes de 09:00 a 17:00.