En épocas de incertidumbre y oscuridad merodean los negros cuervos. Se mueven entre la carroña, buscan atacar al más débil. Y lo hacen sin piedad alguna, subrepticiamente. Destrozan la presa –digo la Educación- engulléndola poco a poco. Quizás la dejen raquítica y exánime. Recorte de más de USD 98 millones de dólares, en estos dos años suman 389 millones. Con ello la paulatina disminución de sueldos de docentes y administrativos de 32 universidades públicas; la eliminación de programas de profesionalización docente, la pérdida de profesores especializados becados por el mismo Estado, el desempleo de contratados que esperaban una oportunidad de estabilidad año tras año, estudiantes que ansiaban una buena educación gratuita para salir de la pobreza y la desesperanza. Y no solo recortes presupuestarios; se piden cabezas como la del rector de la Universidad de las Artes, ¿quizás por su filiación política incorrecta en tiempos de pandemia? Y renuncia un miembro importante del Caaces porque no puede ser cómplice de este desmantelamiento…
La educación creativa y crítica produce mentes brillantes que posibilita crear comunidades dignas; que hace de sus alumnos seres empoderados, fuertes, democráticos, “espías de dios” -como alguna vez lo dijo Shakespeare-, que puedan elevarse a pensar en soluciones viables en tiempos de crisis (o de plagas). La educación propende a dotarnos de perseverancia, aunque en ocasiones caminemos por estrechos pasajes. La educación puede hacernos olvidar el narcisismo de estas sociedades opresoras e individualistas para re conectarnos con el Otro con empatía y volvernos comunidades compasivas que aceptamos nuestros límites con humildad y salvamos el desconocimiento al trabajar en colectivo. La educación nos permite diseñar un futuro mejor, más propio.
Señores del (des)gobierno no pierdan el norte una vez más. No tienen derecho alguno de empobrecer la educación universitaria y rematarla cual baratija al haber realizado el pago inmediato de la deuda externa cuando no había fondos ni para salud; al “olvidar” el cobro de impuestos no recaudados sobre todo a las grandes empresas. Si hablamos de justicia social y equidad, de la cual se llenan la boca miembros del buró presidencial, habrá que solicitar contribuciones especiales como el 1% propuesto por Alberto Acosta a los 270 grupos de poder (unos 1 200 millones) y a la gente que posee más de un millón en haberes; declarar una moratoria en la compra de armamentos, entre otros. Si sumamos estas pocas y no tan iluminadas propuestas (por sencillas) nos daremos cuenta que no necesitábamos de recorte alguno en el campo de la educación. Lo que necesitamos, eso sí, es priorizar nuestros deberes y operaciones como Estado, actuar como los cuervos de la mitología nórdica, con sabiduría.