A fines de octubre de 1923 tuvo lugar una reunión secreta del politburó soviético en el Kremlin de Moscú.
Stalin convocó a sus camaradas para discutir qué hacer tras la reciente muerte de Lenin: “La ciencia moderna es capaz de preservar su cuerpo por un tiempo considerable”, sugirió. La propuesta fue recibida con furia por Trotski. “Convertir los restos de Lenin en una reliquia sería un insulto a su memoria”, añadió Bujarin.Stalin los ignoró. También ignoró el clamor posterior de la viuda de Lenin, quien en un artículo en Pravda pidió que no se levantaran monumentos en su honor. Pero embalsamar el cuerpo de Lenin era central a la estrategia de Stalin.
Como señaló Ilya Zbarsky años después, Stalin buscaba apoyarse en el sentimiento religioso del pueblo para garantizar la sobrevivencia del Régimen. Por décadas, el cadáver embalsamado de Lenin, en el mausoleo de la Plaza Roja de Moscú, se convirtió en centro de peregrinaje y adoctrinamiento santoral.
No se sabe si el entonces vicepresidente Maduro convocó en Caracas alguna reunión parecida a la del Kremlin aquel 1923. Ni si tuvo lugar un similar enfrentamiento en el seno de la dirigencia chavista. La noticia que sí le dio vuelta al mundo, casi con las mismas palabras, fue la anunciada por el titular del India Times: ‘Venezuela embalsamará a Chávez ‘como a Lenin'”.
Los titulares simplemente les hacían eco a las palabras de Maduro, ya como presidente titular, quien poco después de la muerte de Chávez anunció que su cuerpo sería embalsamado “como Ho Chi Minh, Lenin y Mao”, expuesto en una urna de cristal “hasta la eternidad”.
A diferencia de Stalin, sin embargo, los sucesores de Chávez parecen haber concebido tardíamente la idea de embalsamar a su líder. Una comisión de científicos rusos y alemanes, contratada para el evento, concluyó la semana pasada que ya era muy tarde para embalsamar a Chávez con buenos éxitos.
El frustrado embalsamamiento de Chávez es el último episodio de la trágica historia de la sucesión presidencial en Venezuela. No es un epílogo alentador. Invita a repasar ‘Lenin’s embalmers’, un libro de Samuel Hutchinson con Ilya Zbarsky, hijo de quien, con el profesor Vladimir Vorobiev, embalsamara a Lenin. El laboratorio del mausoleo se convirtió, según Zbarsky, en una multinacional especializada en embalsamar cadáveres de ex líderes comunistas: Georgi Dimitrov, de Bulgaria; Horloogiyn Choybalsan, de Mongolia; Ho Chi Minh, de Vietnam; Agostinho Neto, de Angola; Lindo Forber Burnham, de Guyana; Kim Il Sung, de Corea del Norte. Tras el fin del imperio soviético, el laboratorio utilizó su know-how en otros clientes: mafiosos y nuevos ricos del capitalismo ruso. Embalsamar cadáveres es una “práctica bárbara y anacrónica”, observó Zbarsky al concluir sus memorias.